La Ribera (de Deusto)
No
sabemos porqué, hoy le llaman Zorrotzaurre. Está asentada a lo
largo de la margen derecha de la ría en un tramo de unos 2,5 km de
longitud entre Deusto y Elorrieta. Las viviendas estaban en su
mayoría situadas a lo largo del borde de la ría pues hacia el
interior estaban las huertas y caseríos que desaparecieron al
iniciarse las obras del canal a principios de los años 50. Las
construcciones eran robustas pero sencillas y en muchos casos bastante humildes
pues compartían baño para varias viviendas, aunque había también
otras casas más elegantes, tipo indiano, con jardín y palmera.
La
mayoría de la viviendas eran de alquiler y se comentaba que una gran
mayoría de las viviendas de la zona de la plazuela pertenecían a la
Duquesa de Alba.
Como
el barrio era alargado, popularmente se solía dividir en tres zonas:
Toldos/El Cambio, “La plazuela” y Zorrotzaurre (aquí este nombre sí
era coherente pues esta parte de la Ribera sí estaba frente a
Zorrotza).
Esta
división venía muy bien, sobre todo cuando se celebraban las
fiestas (a primeros de julio), pues duraban tres semanas ya que cada
zona celebraba sus propios festejos. La Parroquia de San Pablo estaba
situada hacia el centro del barrio en la zona de la “plazuela” y
se terminó de construir hacia 1950 y creo que soy el primer y único
Lasuen bautizado en esta parroquia.
Además
de las viviendas había numerosas fábricas y talleres con gran
actividad laboral que hacían que el barrio fuera muy bullicioso
sobre todo los sábados a mediodía cuando los obreros terminaban de
trabajar y cobraban su salario semanal.
Esta
gran actividad laboral hizo que en los años de mayor esplendor
(1950-1975) hubiera en el barrio: 14 bares (que también daban
comidas), 2 oficinas bancarias, varias tiendas de ultramarinos,
carnicerías, pescaderías, tienda de electricidad, zapatería, dos
peluquerías de caballeros y creo recordar que también hubo una
relojería.
Es
de resaltar que de los 14 bares, en la mayoría, los propietarios
eran euskaldunes pues provenían del Txorierri y de la zona de
Mungia, Errigoiti, Busturia, y también de Lekeitio, Orozko y
Otxandio.
La
casa
Situada
en el n.º 20 de la Ribera de Deusto. El portal tenía una puerta
que casi siempre estaba abierta y una aldaba de hierro de enormes
dimensiones y de diseño moderno, diferente de la mayoría de los
portales cuyas aldabas eran de latón y tenían la clásica forma de
mano cerrada alrededor de una bola.
La
casa tenía solo dos plantas y era de las más bajas de toda la
Ribera. A cada lado de la casa había dos estrechos callejones por
los que se accedía a un pabellón industrial que estaba en la parte
trasera. Tanto el pabellón como la casa eran propiedad de Bilbao
Goyoaga S.A., una importante empresa que se dedicaba a la fabricación
de lonas, toldos y velas.
Nosotros
vivíamos en el primer piso, el segundo (y último) piso estaba
dividido en dos, teniendo en uno como vecinos a un matrimonio con dos
hijas cuyo cabeza de familia, Sátur, trabajaba de encargado en
Toldos Goyaga. Los otros vecinos eran Nicolasa una mujer mayor viuda
que vivía con su hija Puri a los que más tarde se unieron su marido
Alberto y sus hijos Juan Alberto y Anabel.
El
piso donde vivíamos era enorme (o eso me parecía a mí) pues además
de 5 habitaciones, tenía una salita, una sala grande donde estaba el piano y mas tarde la TV, un salón comedor, una
despensa, la cocina, el baño y la terraza y un pasillo larguísimo,
todo en una superficie en planta de unos 160 m².
-La
salita era donde cosía la Amatxu porque estaba orientada al
sur y tenía mucha luz natural. Además tenía unas vistas
inmejorables a la calle, a la ría y sobre todo a la parada del
trolebus. También se utilizaba para recibir visitas y tenía una
mesa camilla con un habitáculo abajo para un brasero que se utilizó
muy poco pues era peligroso porque con las brasas podían arder
faldones y cortinas.
La
sala estaba junto a la salita y daba también a la ría. Tenía
un balcón donde pasábamos, cuando hacía bueno, mucho tiempo
viendo pasar los barcos y la gente, o leyendo tebeos. Lo más
importante era el piano de pared que aunque viejo, era elegante pues
tenía dos patas talladas y dos candelabros en el frente. Más
tarde, en 1964 , se compró la TV y el piano pasó a un segundo
plano.
-El
pasillo, que como se ha comentado era muy largo, parecía la
M30 por el “tráfico” que tenía. Hay que tener en cuenta que a
través de él se accedía a todas las habitaciones y salas y también
a la calle. Al principio recuerdo que el suelo era de madera y cerca
de la puerta de entrada había un mueble paragüero muy elegante
que tenía un espejo y perchas para abrigos y sombreros. Más tarde
el mueble desapareció y se colocó un suelo de “sintasol” verde
en el suelo.
-Entre
las habitaciones había una especial que llamábamos el “cuarto
oscuro” que tuvo entre otras la función de trastero, cuarto de
estudio y vivienda temporal de la gallina que se solía comprar viva
para comer en Navidades.
-La
despensa estaba junto a la cocina y servía para almacenar el
menaje, alimentos, bebidas etc., también había una “fresquera”
que consistía en un cajón colgando por la ventana hacia el exterior
y protegido por una rejilla para evitar el acceso de moscas y otros
bichos y perdió su uso cuando se compró el frigorífico. Tengo
recuerdo de haber visto en la despensa una tinaja de barro, como la
de los romanos, llena de cal para conservar huevos y algún otro
alimento.
-La
cocina, al principio consistía en una chapa de hierro que se
calentaba con leña o carbón, la mesa de comer y un fregadero que en
sus bajos tenía una puertita pequeña donde se guardaba la basura en
un cubo. A principios de los años 60 aprovechando la irrupción del gas butano se compró una cocina de la marca Corberó y se prescindió definitivamente de la leña y carbón. Por esas
fechas también se compró el frigorífico que creo que era de la
marca Siemens y que causó furor al principio, sobre todo a Jose
Luis, Jose Mari y a mí, a Jose Luis porque no paraba de abrir y
cerrar la puerta porque decía que sonaba como la
puerta de un coche, a Jose Mari y a mí por nuestras peleas para ver
quien hacía hielos con la cubitera. Ya con la llegada del butano
también se instaló una caldera de gas marca Jurin para el agua
caliente.
En
el baño había un inodoro, un lavabo y la bañera. Hasta que
se puso el calentador a butano y la ducha, la forma de lavarse era
calentar agua en la cocina y llenar la bañera. Supongo que para
ahorrar agua y leña, los “machos” nos teníamos que lavar todos
a la vez, lo que solía acabar en una trifulca cuyo mayor damnificado
era yo. Para evitar esto, a veces, la Amatxu me bañaba a mí
solo en la cocina en un balde grande de zinc.
El
salón/comedor estaba al lado de la cocina y era donde se
hacían las celebraciones. También lo utilizaba Aitatxu y después
Amatxu para dar clases particulares. En el comedor había un armario
empotrado enorme donde a la derecha se guardaban libros, documentos y
tebeos y a la izquierda medicinas, vajilla, mantelería, ropa de
cama etc... . En el centro de este armario estaba el fuego-bajo que
no recuerdo haberlo visto en marcha, pero tengo entendido que alguna
vez hubo un susto muy gordo porque empezó a salir humo que al
parecer no llegó a más. Al lado del fuego debajo del armario había
una especie de trampilla en el suelo con cerradura por la que se
accedía a un habitáculo que nunca he sabido lo que contenía. Había
también colgado en la pared un cuadro grande de plata o alpaca de
“La última cena” también estaba el tocadiscos y sobre todo destacaba en una esquina el teléfono, uno de los primeros de la Ribera. Su número era
capicúa 35753 aunque pronto por el auge de la telefonía le tuvieron
que meter un número más y se convirtió en 352753.
A la
terraza se podía acceder desde la cocina o desde el comedor.
Tenía una superficie aproximada de 16 m² (4x4), a mí me parecía
enorme y los primeros recuerdos me llevan a las tardes de los
domingos de buen tiempo cuando Aitatxu tomaba el café escuchando
por la radio los partidos de futbol. Era allí, y también los
domingos después de comer, mientras Arantza se quedaba con la Amatxu
a fregar, cuando los “machos” jugábamos al futbol a “cara de
perro”. Primero con pelotas hechas con papel de periódico atado
con unas cuerdas de embalar y mas tarde con un balón de "verdad". No
se por qué pero siempre éramos los mismos equipos: Jose Vicente y
Jose Mari contra Jose Luis y un servidor. Jose Vicente y Jose Mari jugaban muy
bien al futbol, de hecho, a Jose Mari en el colegio le llamaban Pelé un brasileño considerado el mejor jugador del mundo entonces. A pesar de jugar bien, algunos
balones acababan en el patio de la fábrica que estaba al lado y
entonces había que abrir la “trampa” y bajar por una escaleras a
recogerlo. Otras veces, las florituras de los “artistas” acababan
con el balón más lejos, en el patio del bar de Eugenio. La “trampa”
que daba acceso a la escalera que bajaba al patio y a dos trasteros,
era una tabla grande de madera que cubría el suelo en esa zona de la
terraza. En alguna época recuerdo que esa tabla era una puerta vieja
que no llegaba a llenar el agujero de la escalera y Jose Luis se
llevó un buen susto pues metió toda la pierna por el hueco
llevándose unos rasponazos de aúpa. Teníamos prohibidísimo estar
encima de la trampa y todavía no me explico como no hubo más
accidentes. La terraza servía además para que Arantza practicara
con habilidad el patinaje y para colgar la colada los días de sol.
De
la huerta no tengo recuerdos
pues era muy pequeño cuando desapareció para construir el pabellón
industrial.
La
familia
Aitatxu.-
No
tengo muchos recuerdos pues solo tenía 7 años cuando murió.
Recuerdo
vagamente haber
estado sentado en sus rodillas
junto al fuego del comedor.
También recuerdo que
si nos portábamos mal solía
decir suave pero seriamente:
Gero….Gero….Otra
situación que no se me olvida es
una tarde que, en
Otxandio, iba yo con Aitatxu y otro señor mayor con cara de enfadado
paseando por la plaza entre
el Ayuntamiento y el frontón, en
algún
momento me despisté y al volver a levantar la mano para coger la de
Aitatxu se la dí sin darme
cuenta al otro señor, al
de un rato al percatarme del error se la retiré y el hombre metió
la mano en su bolsillo y me dió un caramelo. Alguien comentó
después
que el señor mayor
con cara de enfadado era Juan de Ajuriaguerra, jefe
del PNV (clandestino en aquel momento) y
por
cierto primo lejano de Aitatxu.
Era
muy religioso y
había cuadros y referencias al papa Pio XII por todas partes y según
comentaban los mayores
nos llevó a ver al Nuncio Antoniutti (que luego fué Cardenal) en
una visita que hizo a Bilbao. Los
domingos y festivos
rezábamos
el rosario de rodillas en el comedor recitando
las letanías en un perfecto latín: “Turris
davidica”…. “Ora pronobis”, “Turris eburnea”…..”Ora
pronobis” .. etc.,
así hasta cincuenta. También
solía participar en actividades de la parroquia y era muy amigo de
Don Simeón, el párroco, que solía pasar bastante por nuestra casa.
Supongo que eran sus
momentos finales en
una visita a la Clínica San Sebastián donde estaba ingresado,
que yo estuve más pendiente de como levantaban las casas de la
calle Rafaela Ibarra donde
está ahora el Dena Ona. De la muerte, funeral etc..., no me enteré
pues supongo que estaríamos
blindados
y protegidos
aunque sí
recuerdo la esquela del periódico y los recordatorios donde me
impresionó ver, por primera
vez, mi nombre (y
el de todos) en letra de
imprenta y entero (normalmente era Jesusín).
Amatxu
.-
Como
casi todas las madres de la época personificaba a la perfección el
matriarcado pues con muy pocos recursos y
mucho coraje gestionó y
sacó adelante a
toda la familia sorteando una tras otra las dificultades
que la vida le puso por
delante.
Aunque
nacida en Lasarte, que hoy es un población importante pero entonces era un pequeño barrio de Hernani, se sentía
profundamente donostiarra donde
fue
a vivir con pocos años. El
día de San Sebastián se celebraba por todo lo alto en casa con
comida especial y la marcha de Sarriegui sonando en el tocadiscos a
todas horas. Estudió
magisterio y
ejerció en las escuelas del barrio Gurutze de Oiartzun, también
aprendió francés pero solo lo practicaba con nosotros cuando le
sacábamos de sus casillas siendo
frecuente el enérgico “¡Aseyez
vous s´il
vous plait!”
(que significa “siéntate por favor”) o la
bronca en una interminable
frase en francés que
terminaba también
con un tajante
“N`est
pas
?” y
aunque ninguno teníamos ni
idea de francés el mensaje
lo captábamos a la primera.
En
casa siempre estaba trabajando y no recuerdo haberle visto nunca
enferma. A la muerte de
Aitatxu, además de sus labores habituales
se tuvo que dedicar
a dar clases particulares y a coser para complementar
su pensión de viuda y aumentar
la economía familiar a la que poco
mas tarde, Arantza primero, Jose Mari después
y Jose Luis contribuyeron
con sus primeros sueldos.
Los pocos momentos que tenía
de descanso los pasaba cosiendo,
haciendo crucigramas y
jugando a cartas bien con alguno de nosotros o sola con sus
solitarios. Recién
fallecido Aitatxu, muchos
solitarios los solía hacer entre lágrimas y yo
inocentemente le preguntaba
Zergaitik zaude negarrez?
…. , su
respuesta era :
Tripako miña daukat.
Con
unos 62 años, cuando
solo quedábamos solteros en casa Jose Mari y yo,
y para poder optar a la jubilación, tuvo el
coraje
de reincorporarse a la
docencia que entonces
gestionaba el Ministerio de Educación. Le destinaron a las escuelas
de Balmaseda donde estuvo viviendo de patrona y de donde volvía los
fines de semana. También creo recordar que estuvo en las escuelas de
Zorrotza.
Arantza.-
Muy
trabajadora y la mano
derecha de la Amatxu en las labores de casa. Al
ser la mayor le
tocó en
alguna época (como
a todos los demás hermanos), sacarme
a la calle a que me diera el aire y allí iba yo que
tendría unos 5
o 6 años
acompañando a ella y sus
amigas de 13
o 14
a la Sagrada Familia que era
el único sitio en Deusto que estaba urbanizado y donde se podía
patinar y de donde nos
echaban como si fuéramos
apestados viviendo
la primera experiencia
xenófoba. También le
solía acompañar a casa de algunas amigas recordando sobre todo la
de las Damborenea que era
enorme y tenía un jardín
muy bonito.
Aunque
lógicamente tuve más relación con los hermanos machos,
probablemente ella
ha sido la que más ha
influido en mí pues me enseñó a tocar la guitarra, me regaló el
primer libro, me llevó por
primera vez al Gorbea y
sobre todo introdujo
la cultura moderna vasca
en casa con aquellos discos
de Lertxundi, Iriondo, Laboa
y Labegerie, la mayoría de
ellos prohibidos.
Jose
Vicente.-
Muy
inteligente y
brillantísimo
estudiante. Aunque era
bastante exigente, a mí me ayudó mucho en los estudios en
especial con el álgebra que
pasó de ser una asignatura que se me atragantaba a una materia que
me gustó mucho. También me
hizo interesarme por la música clásica y me animaba a comprar
discos de la serie Privilege de la Deutsche Grammophon que
eran los más baratos (300 pts.) dentro de su calidad.
Otra de sus cualidades era la tenacidad
y lo demostraba tanto estudiando como dando toques al balón sin que
se cayera al suelo, empezaba a contar uno, dos, tres…., cuando
pasabas al de 10
minutos allí seguía
contando quinientos diez, quinientos once…, muchas veces tenía que
parar porque era la hora de comer.
Otra
gran cualidad era la responsabilidad, que
a la Amatxu le venía muy
bien y se apoyaba mucho en ello pues tomaba bien el control cuando
había alguna dificultad. Recuerdo una
vez que
salió la Amatxu de la
cocina corriendo al otro extremo de la casa y gritando: ¡
Una rata...una rata !.
Estábamos solos los tres y yo también hubiera echado a correr pero
me agarró
Jose Vicente y con una escoba entramos los dos en la cocina con la
intención de cazar al bicho. Nada mas entrar vimos la rata, que era
enorme, debajo de la fregadera comiendo del cubo de basura. Como la
rata asomaba su enorme rabo
por debajo de la puertita,
la estrategia era que yo se
lo pisara muy fuerte para que no se escapara mientras Jose
Vicente le sacudía con la
escoba. Falló por completo
pues nada mas pisarle el rabo, la rata se revolvió, me asusté y
levanté el pie antes de que Jose Vicente le pudiera sacudir algún
escobazo. La rata se escapó y nunca mas se supo de ella, pero me
gané una buena bronca y, a
punto estuve también, de
algún escobazo.
Con
mucho sentido del humor también, cuando
iba a visitar a la Amatxu
que ya vivía en Deusto le solía manipular
la X que
marcaba con un lápiz a los
huevos cocidos de la nevera
para distinguirlos de los
frescos con la consiguiente
sorpresa de ella cuando
abría uno.
Jose
Luis.-
El más guapo según la Amatxu pues al ser rubio decía que tenía
aspecto de “gentleman” inglés.
Dibujaba de cine y nunca mejor dicho pues nos hacía películas con
rollos de papel donde dibujaba secuencia a secuencia y al pasar el
rollo poco a poco daba la sensación de movimiento. ¡Qué no hubiera
hecho si hubiera tenido a su alcance los medios tecnológicos actuales!.
El de mayor imaginación y sentido del humor, sacando la chispa y el
lado jocoso a cualquier situación excepto a primera hora de la
mañana cuando el desayuno se convertía en un pequeño caos a cuenta
de las prisas y la natas de la leche.
Su
único “fallo”
(dicho siempre
con cariño) y
ya en los últimos años de
soltero, fue la elección de
su médico nutricionista
(un tal Don
José que también creo que atendía a la Amatxu), que
cambió radicalmente los
hábitos culinarios de una
casa donde se comía de maravilla. A
partir de entonces desparecieron el aceite de oliva, las anchoas, las
alubias, las comidas con salsa
y fueron sustituidos por el
aceite de girasol, la margarina y los filetes insípidos a la
plancha, yo en concreto no
volví a comer decentemente
hasta que me casé.
Jose
Mari.-
Muy querido por todo el mundo, muy agudo, observador y con fino
sentido del humor que en su caso derivaba casi siempre en la sorna y
la ironía. Dejó pronto los estudios y se puso a trabajar (todavía
con pantalón corto) en una consignataria de buques que estaba en la
plaza de Albia. Su primer sueldo fue de 537 ptas., lo recuerdo
perfectamente porque era la cifra que ponía en el sobre con el
dinero que entregaba a la Amatxu a primeros de cada mes. Aunque me
llevaba más de tres años, por cercanía de edad era con el que más
contacto y por tanto, con el que más conflictos tenía, conflictos
que no duraban mucho porque la jerarquía de la edad se mantenía
férrea. En alguna de esas trifulcas me llevé la desilusión de
enterarme quienes eran los Reyes. Yo tendría unos 7 años y les
había pedido una linterna que me trajeron religiosamente junto a
algún regalo más. Al de varios días tuvimos alguna discusión que
acabó Jose Mari sin ninguna compasión y con un tajante: ...que
sepas que la linterna no te la han traído los Reyes,
la he comprado yo en la tienda de Uría.
Tia
Naty.-
Cuando se acercaban las navidades y la Amatxu nos anunciaba que ya
venía, todos ilusionados, le preguntábamos lo mismo: … y cuando
se va ?. La amatxu
que tenía también bastante
sorna solía contestar: No
ha llegado y ya queréis que se vaya?. Era
todo un acontecimiento y solíamos
tener peleas por ver quien
iba al
estanco de Anita a comprarle
el paquete de “Chester” que
costaba 18 ptas. El
viaje desde Donosti en aquellos tiempos era una aventura pues
cogía en Amara el tren que tardaba unas 3 horas y media hasta
Atxuri y atravesaba andando el Casco Viejo para coger el trolebús hasta casa.
El caso es que en uno de sus viajes estábamos todos ilusionados
y preparados
para el recibimiento cuando del trolebús no bajó nadie. La
decepción duró poco pues alguien se dio cuenta de que se
había quedado dentro
dormida. Bajó en la siguiente parada, en La Coromina.
Aunque le
alborotaba bastante
“el gallinero”, a
la Amatxu le
hacía tanta ilusión como a nosotros que viniera pues cuando
estaba ella, se le veía
bastante
más feliz y relajada
hablando de sus labores y de
los chascarrillos
donostiarras.
Varios
El
piano
Otro
de los puntos neurálgicos
de la casa y
que merece capítulo aparte.
Era de pared, bastante antiguo pero muy bonito pues tenía dos patas
talladas y dos candelabros para
velas (uno
medio colgando) en el frente. Todos practicábamos
algo
y las partituras que utilizábamos eran
de
una
colección titulada
“Maestros de la Juventud” que consistía
en piezas
conocidas
de compositores clásicos adaptadas a principiantes. Todos teníamos
alguna que dominábamos, Arantza tocaba una muy bonita: "El lago de
Como" de un compositor (o compositora, no
está claro)
poco
conocido C. Galos, Jose
Vicente se especializó en el adagio de la sonata Claro de Luna de
Beethoven, a mi me gustaba Chopin y
su estudio Tristesse
y
Jose Luis y Jose Mari creo recordar que tocaban un vals a cuatros
manos que se llamaba Los chatitos.
En
las celebraciones o cuando había alguna visita teníamos que hacer
(normalmente no
de
muy buena gana) alguna demostración de nuestras habilidades. A la amatxu no le gustaba que pusiéramos "mala cara" en las visitas y por eso nos solía decir: " sois unos zulús! ". Entendíamos el mensaje pero hasta muchos años más tarde no supe que los zulús son una etnia africana que no tenía buenas relaciones con las tribus vecinas.
Mas
adelante, cuando ya entraban en casa amigos de los mayores y
con
Jose Luis al piano, a
oído
y sin
partitura, se
solían montar veladas donde
se cantaban sobre todo canciones corales vascas e incluso alguno se
atrevía con algún pasodoble. Al
final, la carcoma cumplió su misión y algunas teclas dejaron de
sonar dejando el piano prácticamente inservible.
El
tocadiscos
No creo que hubiera muchos más en la
Ribera. Era un Garrard que era la mejor marca de la época y
los primeros discos eran microsurco de
78 rpm, de pasta, muy
rígidos que se rompían con facilidad por lo que estaban guardados
lejos de nuestro alcance. Eran de música clásica y de las mejores
editoras de entonces: RCA Victor La Voz de su Amo. Yo me acuerdo
bien pues no sabía leer pero
los reconocía porque el
anagrama era muy curioso : Un
perro escuchando un gramófono. De
toda aquella música recuerdo que a mi me gustaba la Rapsodia Húngara
n.º 2 de Liszt, pero las que más
se escuchaban
eran: Caballería
Rusticana (Mascagni), Poeta y Aldeano (Suppe) y
En un mercado persa y El
jardín de un monasterio (Ketelbey). Más tarde vinieron
los discos de vinilo, más
flexibles que los de pasta, de 33 y 45 rpm, y además de música
clásica, ópera con Caruso, Mario
Lanza etc... llegó
música mas moderna
e incluso hubo varios discos de Gila y creo también una colección
de Assimil
para estudiar inglés y otra
también me parece que de francés y por supuesto un disco de la
tamborrada de San Sebastián que sonaba sin parar en los días
señalados.
Jesus M. Lasuen
Abril 2020
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